Entre las lecturas de uno de mis hermanos mayores se encuentran «La guerra y la paz», «La divina comedia», «Crimen y castigo», «Los miserables», y «Los diálogos de Platón»… De todos estos libros creo que yo sólo he terminado tres. Las selección de sus lecturas muchas veces puede ser bastante densa. Le gustan los clásicos, pero también la historia o la novela histórica. A simple vista pareciera que, siendo yo editora de literatura infantil, pudiéramos chocar un poco, pues sus lecturas «de adultos» del día a día pueden estar muy lejanas a las mías. Sin embargo, recuerdo que en una ocasión yo estaba leyendo «Los hijos del rey», de Sonya Hartnett, de camino a mi casa en el metro, y una escena en donde la autora describe un bombardeo a Londres, me hizo detenerme en mi camino. Esa escena merecía toda mi atención, no podía estar entre la bulla, así que me salí del vagón y en el andén leí todo el capítulo. Cuando terminé le llamé a mi hermano para decirle «Tienes que leer este libro». Mi hermano agradeció la recomendación, y, oh sorpresa, una semana después me habló por teléfono para decirme «Está buenísimo». «Los hijos del rey» es literatura infantil y despertó en mi hermano tantas emociones que creo que hablamos por teléfono como tres horas. No digo que las otras novelas no lo hayan hecho, pero la conversación fue muy diferente; escuché a alguien hablar de la historia como si estuviera descubriendo algo nuevo, como un niño. Y, de hecho, lo estaba haciendo, pero en vez de descubrir, estaba redescubriendo algunas cosas en él.

Katherine Rundell, autora del siguiente artículo, menciona que la literatura infantil tiene la nobleza de no ser sólo para niños, cualquier adulto la podría disfrutar, pero la literatura dirigida a adultos no la pueden leer los niños porque se necesitas cierta experiencia para comprenderla, y coincido con ella. Además, menciona algo que seguramente muchos de los que leemos LIJ lo hemos pensado: un adulto que lee literatura infantil llega a recordar a ese niño que muchas veces no tenemos permitido sacar. Somos adultos, tenemos que comportarnos como adultos, hacer cosas de adultos, leer libros para adultos… En este artículo Rundell hace una propuesta del por qué los adultos deberíamos leer más literatura infantil; y hace un recorrido rápido, pero sustancioso, de la evolución de esta literatura. Los cimientos de la literatura para niños pueden ser bastante didácticos, pero también tocan en los niños emociones que muchas veces comienzan a conocer, o mejor dicho, a reconocer a través de las historias que leen.
En este momento estoy viendo de frente parte de mi librero y el 90% son de literatura infantil y sobre literatura infantil. ¿Por qué me fascinan tanto este tipo de libros? Creo que es algo que más que razonarlo, lo siento, lo vivo. La disfruto como un niño disfruta un chocolate, y que si le preguntan por qué, no hay nada que lo explique mejor que ver su cara de felicidad cuando se lo termina.